miércoles, 5 de octubre de 2011

La quise tanto (por Sergio M. Napoli)





La quise tanto (Je l´aimais, Francia/2009/112’).
Dirección: Zabou Breitman.
Guión: Zabou Breitman y Agnes De Sacy. 
Fotografía: Michel Amatieu.
Montaje: Françoise Bernard.
Música: Krishna Levy.  
Intérpretes: Daniel Auteuil, Marie Josee Croze, Florence Loiret Caille, Christiane Millet, Genevieve.

Excesivamente excesiva

La quise tanto es, ante todo, una película honesta. Honesta en tanto no pretende ser más de lo que es, un potente y, a la vez, transparente melodrama en el que su directora, Zabou Breitman –más conocida en la Argentina por su rol de actriz que por su trayectoria detrás de cámaras-, recurre sin pruritos, pero con el toque justo, a todos los condimentos del género para brindarnos casi dos horas de sentimientos en pura ebullición. La historia inicialmente parece centrarse en Chloé (Marie Josee Croze) quien, al ser abandonada por su esposo y en plena crisis de nervios, es socorrida por su familia política, más precisamente por su suegro (Daniel Auteuil), que decide llevarla, junto con sus nietos, a una casa en la campiña en busca de cierta tranquilidad. Sin embargo, todo da un giro inesperado cuando, en una noche de insomnio y confesión, Pierre le cuenta a su nuera la historia del amor de su vida: Mathilde (Florence Loiret Caille), una mujer mucho más bella, joven y sofisticada que su esposa, a quien conoció en un viaje de negocios. A partir de este momento, en el que cambia el eje del relato, “el amor fou” se apodera de la pantalla, brindándonos un incontenible desborde de pasión, emociones y situaciones improbables en el marco de una relación prohibida, desenfrenada y destinada indefectiblemente al fracaso. Así veremos como un joven Pierre, hombre de negocios y familia constituida, luego de un primer y fugaz encuentro con Mathilde, pierde el control sobre mente e ideas para dejarse llevar por esos sentimientos que afloran en forma incontrolable y lo transportan a un mundo de idílica felicidad. Nada existirá en el mundo para él, salvo la bella y dulce Mathilde. En este recorrido, Breitman no ahorra en diálogos y estrategias estilísticas en las que en las que las emociones desbancan permanentemente a la razón. Resultan, en este sentido, impagables las acarameladas e inverosímiles declaraciones de amor de Pierre (increíble Daniele Autiele) o sus explosiones de llanto. En este punto parece conveniente detenerse para retomar la idea inicial. La quise tanto, no pretende más que contar una historia de amor y lo hace de manera inteligente dentro de los códigos de un género que, por obra y gracia de la modernidad, quizás hoy resulte demodé. Sin embargo, probablemente este sea otro de los valores del film, el de animarse a narrar, sin pruritos o contenciones, una historia de amor en épocas de cinismo y desamor.
                                                
                                                                                                                   Sergio Miguel Napoli

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