Esto es lo que escribí hace más de un año, cuando pude ver la última película de Carlos Reygadas en el Festival de Cannes de 2012:
"Post tenebras lux, de Carlos Reygadas, película en competencia muy abucheada en el día de ayer por lo que había escuchado. Volvió a ser abucheada. Debo decir que no comparto esa percepción. Indudablemente, en el marco de propuestas más homogéneas, Reygadas se arriesga a una película que incomoda y propone innumerables lecturas. Es cierto que, como siempre en él, está presente lo religioso (esta vez, más que todo, por la aparición en escena del Maligno) y los paisajes, aún en el acotado tamaño de la pantalla
“cuadrada” (ya no en el 1:2,35 de Japón), son también protagonistas. Lo que parece narrarse es el cambio de vida de una familia típica de ciudad que se va a vivir al campo; pero en realidad no hay sucesión, hay convivencia, quizás tiempos paralelos o vidas posibles. De los placeres y pecados burgueses al instinto más animal de la naturaleza, la película va y viene sin aclarar del todo vínculos temporales, relaciones causales o límites entre sueño y realidad. La tentación, lo prohibido, el pecado y el castigo no responden a una lógica causal sino que se inscriben en la descripción de una mirada atenta que primero parece ser la de un perro, luego la de un niño y hasta en algún momento la de la propia Maldad. Es fácil enojarse con alguna decisión que aislada puede creerse antojadiza (la figura del Diablo animada), pero esos detalles (así como la visión distorsionada, que pareciera permitir ver el aura de los personajes) son los que contribuyen al extrañamiento y la construcción de un clima enigmático del que resulta difícil despegarse".
“cuadrada” (ya no en el 1:2,35 de Japón), son también protagonistas. Lo que parece narrarse es el cambio de vida de una familia típica de ciudad que se va a vivir al campo; pero en realidad no hay sucesión, hay convivencia, quizás tiempos paralelos o vidas posibles. De los placeres y pecados burgueses al instinto más animal de la naturaleza, la película va y viene sin aclarar del todo vínculos temporales, relaciones causales o límites entre sueño y realidad. La tentación, lo prohibido, el pecado y el castigo no responden a una lógica causal sino que se inscriben en la descripción de una mirada atenta que primero parece ser la de un perro, luego la de un niño y hasta en algún momento la de la propia Maldad. Es fácil enojarse con alguna decisión que aislada puede creerse antojadiza (la figura del Diablo animada), pero esos detalles (así como la visión distorsionada, que pareciera permitir ver el aura de los personajes) son los que contribuyen al extrañamiento y la construcción de un clima enigmático del que resulta difícil despegarse".
Ahora sólo espero poder volver a verla en el MALBA o en la Sala Leopoldo Lugones del Centro Cultural General San Martín.
Fernando E. Juan Lima
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