SHAME, SIN RESERVAS
ONANISMO
SHAME, SIN RESERVAS
SHAME, REINO UNIDO, 2011 | 101'
DIRECCIÓN
STEVE MCQUEEN
GUIÓN
STEVE MCQUEEN, ABI MORGAN
FOTOGRAFÍA
SEAN BOBBITT
INTÉRPRETES
MICHAEL FASSBENDER, CAREY MULLIGAN, JAMES BADGE DALE, HANNA WA
Del más clásico e improvisado jalado a las técnicas del paraguas o la mano dormida, las distintas maneras de autosatisfacerse parecen infinitas para los hombres. Dejando de lado el siempre más complejo y misterioso universo
femenino,intento hacer una investigación (no de campo, entiéndase bien, sino buceando en Internet), y no puedo con mi asombro. Evidentemente mi imaginación es muy limitada. Enumero solo algunas técnicas para que se hagan una idea: la paja hidratante, la paradinha, el postre de la casa, la mano que mece la cuna, la alegría de la huerta, la mosca sin alas, twister. Algunos nombres suenan especialmente sugestivos. Y las distintas maneras de “hacerlo”, más allá de los códigos identificados para referirse a este asunto, nos hablan de la interacción con otros seres vivos o inanimados, humanos, animales o vegetales, la utilización de diversas partes del cuerpo, etcétera.
Pero vayamos a los bifes (elemento por lo demás también recomendado para alguna práctica): cuando hablamos de paja, o más bien de pajeros, también solemos referirnos a otras cuestiones, en lo que aquí nos interesa, más estrictamente cinematográficas. El manierismo excesivo, el vacío culto a las formas, la satinada reiteración de lugares comunes que tendrían que ver con lo que se cree que es la belleza, la repetición de un determinado motivo, el ensalzamiento de mensajes o críticas pueden ser algunas características de ciertos tipos de cine al que solemos aplicar el adjetivo antes indicado. Desde otra mirada, cuando hablamos de paja o le aplicamos el adjetivo “pajero” al cine, eso también puede tener una connotación positiva. En este caso, la calificación se liga al mero capricho, a cierta arbitrariedad, al puro y desprejuiciado disfrute, al porque sí, porque me place o porque me gusta. Pues bien, la primera acepción resulta aquí más atinente, y nada de esto último (de lo positivo) se aplica a McQueen, que, como en Hunger, parece solo interesado en provocar (antes con un tema “importante” y su explosión de mierda, ahora con el tabú sexual). Pero esta provocación es reaccionaria, banaliza el tema que aborda, estiliza todo lo que toca y priva el conflicto de humanismo. Paradojas de la imbecilidad de la censura, la decisión de la cadena Cinemark de no pasar en sus salas esta película sirve para sumar campaña publicitaria, dando la idea de que estaríamos ante una obra potente, transgresora, jugada, verdaderamente provocadora. Esto seguramente sumará algunos espectadores.
Shame, sin reservas es vacía y reaccionaria. Deja de lado toda idea de disfrute cuando aborda nada menos que la historia de un adicto al sexo. Incluso aunque interpretáramos que el protagonista al que sigue McQueen (en la piel de un Michael Fassbender cuya estampa va muy bien para la estética de publicidad de desodorante o perfume masculino de los ochenta) en realidad es solo y estrictamente un masoquista, no hay nada de placer en esta película (ni qué decir de festivo disfrute, de goce). Su propio título, algo así como “Vergüenza”, nos habla de cuál es la postura del director. Es por eso que cuando vi la publicidad de la película en el diario, pensé que la referencia a “un film único” en pretendida boca del compañero Leo D’Espósito se trataba de una intencionadamente ambigua manera de recortar su crítica. Veo su reseña en la revista Noticias, y no, efectivamente su percepción de la película es positiva (80% según el parámetro de www.todaslascriticas.com.ar). Esto trae a mi memoria el debate planteado entre nosotros en EA 204, a propósito de la proyección de Hunger en el Bafici 2009. Sin dudas hay una marca de estilo que nos hace ver películas totalmente distintas. Así, debo decir que no puedo estar más lejos de ver en Shame un “melodrama contemporáneo que ni juzga ni censura” (Leo dixit). Ok, empecemos por el título: Shame. Recordemos la ausencia total de placer y de disfrute. Pensemos en la decisión de construir la trama como un descenso a los infiernos, como una espiral de sufrimiento y vergüenza en la que siempre se puede caer más bajo. La paleta de colores, la estación escogida en la que acaecen los hechos, la manera que el protagonista tiene de relacionarse con su hermana, el modo de mostrar Nueva York, todo reafirma la idea de decadencia, de bajeza, de caída.
Lo pienso mejor. Por ahí Leo tiene razón. No sé si hay juicio y censura. Al menos no de manera sincera. En todo caso, seguramente el castigo tenga menos que ver con una bajada de línea prejuiciosa o moralista que con la explotación de un tema que puede resultar epidérmicamente provocativo y rendidor. Como la manera en que se presentó por estas tierras Christiane F. (Uli Edel, 1981), como en los programas “de investigación” que pueblan las noches de América TV, como en el descenso a los sótanos del Marais de Gaspar Noé en Irreversible, la utilización de un tema o una imagen potente se acerca más al shock y al exploitation que a la honesta indagación. Más que empatía con el personaje protagónico, hay una exposición malsana de su intimidad para provocar el placer morboso –no exento de cierto sadismo– de quienes actuamos como voyeurs. Se me ocurría hacer alguna moción para nombrar como “McQueen” alguna de las técnicas a las que hicimos referencia al inicio de estas líneas (alguna prolija y pretenciosa), pero creo que estaría siendo injusto con el sexo, incluso con su práctica en solitario. Después de todo, en estos casos de lo que se trata es de gozar, sin reservas, sin vergüenza.
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