lunes, 26 de noviembre de 2012

CUARTA SEMANA DE CINE EUROPEO

(por: Fernando E.  Juan Lima)
 
Mañana, martes 27 de noviembre comienza en el Espacio Incaa Km 0 la “Cuarta semana de cine europeo”.
Todas las películas que se presentarán tuvieron su pasada por el Festival de Cannes de este año y allí pude verlas. Aquí va, entonces, la breve reseña que sobre ellas hice en la cobertura diaria para El Amante.

1) Reality, de Matteo Garrone (Gomorra). La marca estética de este algo sobrevalorado precedente (¡al que hay que prestarle atención es a Paolo Sorrentino!, que sigue sin llegar a un estreno comercial en nuestro país) se mantiene sobre todo en el inicio de Reality, con su cámara ampulosa, sus colores vivos, sus diálogos chirriantes. La pintura de Nápoles es un tanto superficial y estereotipada, pero resulta el marco para que se desenvuelva la comedia en torno al dueño de una pescadería que es atrapado por la fiebre del Gran Hermano. Italia, cuna de los paparazzi y cultora como pocos lugares del Star system (de algún lugar salimos), parece un lugar propicio para el desarrollo de esta farsa con pretensiones de comentario social que recuerda (y “moderniza” en lo formal) cierto cine de Mario Monicelli.

2) The Hunt,de Thomas Vinterberg. El director vuelve a un tema que parece serle caro, como lo es el del abuso infantil (al que alude de una u otra manera desde La celebración). La mirada está puesta ahora en el supuesto pedófilo injustamente acusado y perseguido por la comunidad en que vive. No hay mucho que decir de esta película, quizás que fluye razonablemente, que construye algo del clima que propone (aunque algunos remates se ven venir desde el inicio: ¿por qué tanta atención a una perra durante la primera mitad de la película? Imaginen…) y que es menos sádica que Submarino (aunque para esto no se necesita mucho).
3) Amour, de Michael Haneke. La siempre perfecta Isabelle Huppert y, en los protagónicos, Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. Aquí Haneke indaga sobre la decadencia física y mental por el paso de años, en el marco de una pareja muy mayor. No puedo decir que la película sea mala (como sí me pareció La cinta blanca), Haneke sin dudas sabe lo que hace. Todo está bajo su gélido control. Lo que sucede es que no sé si sigo teniendo ganas de pasarla mal durante dos horas en el cine viendo una de sus películas. En fin: incomodidad, desagrado, escenas que preferiría no haber visto. Haneke.
4) The angels’ share, Kean Loach, presentada en Cannes en la selección oficial (en competencia) fue una de las películas que había elegido evitar. El ballotage del último domingo permite subsanar algún olvido (o, como en el caso, alguna pereza fruto del cansancio que en mí provocan las obras de este director desde hace algún tiempo). El asunto es que The angels’ share no está tan mal. De por sí, efectivamente es una comedia y no hay mirada miserabilista ni necesidad de poner el acento y el foco en el consabido “compromiso político” del realizador (que se puede hasta compartir, seamos claro, pero con eso se pueden hacer buenas o malas películas…). Loach construye una comedia con base en la posibilidad de un pequeño malviviente de recuperar la buena senda dando un último golpe y entrando en el particular mundo de la degustación de whiskeys. Los personajes son algo chatos, pero funcionan como arquetipos para la comedia y el propio contexto de un mundo que se desconoce (según parece se podría llegar a pagar hasta un millón de libras por un barril de un whisky determinado) terminan por conformar una película que se sigue con cierto agrado.
5) Holy motors, de Leos Carax es la película imperdible de esta muestra. Estamos ante una película impar, en la cual Carax sigue a Monsieur Oscar del alba hasta bien entrada la noche mientras éste tiene sus “reuniones de trabajo”. El señor Oscar es llevado en limusina (donde sucede gran parte de la trama, como en Cosmopolis, de Cronenberg) por Céline, a cumplir diversas tareas que lo llevan a aparecer como mendiga, tío moribundo, padre de familia, criatura monstruosa, experto en filmación de escenas de acción con captura de movimiento, asesino de un banquero. Las múltiples vidas, las limusinas como símbolo de una tecnología obsoleta que convive con la también decadente raza humana, todo encuentra su nacimiento cuando el protagonista encuentra una puerta secreta en su propia habitación que lo lleva a una enorme sala de cine.

Paréntesis: gran diálogo entre Céline y Oscar:
-Céline: ¿Está enfermo Sr. Oscar?
-Oscar: Creo que tomé un poco de frío cuando mataba al banquero hace un rato.
De las cloacas de Paris a los techos de la Samaritaine, gran tienda frente al Sena, en proceso de ser derruida y/o transformada en hotel de lujo, las imágenes nos transportan a una especie de mundo paralelo en el cual podemos acceder a la trastienda de cómo pasarían las cosas en realidad. Vemos distintas escenas actuadas en distintas vidas. No sabemos si este personaje, o estos personajes (veremos después que hay más de uno) son ángeles o demonios, si estamos viendo un sueño, un film o la verdad de las cosas, si los protagonistas actúan de acuerdo con sus decisiones o si sólo son empleados de las propias limusinas que los conducen de un lugar a otro (o quién sabe de quién). Pero, así como Alain Resnais en su gran película presentada en el mismo festival (Vous n’avez encore rien vu, vista recientemente de nuevo en Mar del Plata) se preguntaba sobre los límites entre lo actuado y lo vivido para indagar sobre el procedimiento cinematográfico, Carax propone preguntas parecidas en un sentido filosófico, indagando sobre el sentido de la vida y el lugar del hombre en este mundo. Suena a mucho, pero el espíritu juguetón, las imágenes entre impactantes y embriagadoras, hacen que uno entre al universo de esta película sin problemas, livianamente, dejándose llevar por un flujo que en algún punto dialoga con el mundo de David Lynch. Carax, sin embargo es claramente más leve, más pop, pasa de momentos impactantes a algún otro que puede parecer rotundamente ridículo, pero no por eso menos interesante. Y ese es uno de los logros de una película que se disfruta en cada parte, y de principio a fin.
 
Fernando E. Juan Lima

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