Se
acerca una edición del festival marplatense que se perfila como imperdible. No
hablaremos aquí de películas que han podido verse en otras oportunidades,
retrospectivas y rescates. De Hitchcock a Landis, de Romero y Schlieper a
Cedrón, podría pensarse en un recorrido estupendo por grandes películas sin
incluir la producción de estos últimos años. Acá algunas pocas recomendaciones,
de lo que para mí resulta imperdible de “lo nuevo”:
A touch of sin, de Jia Zhangke. Decidido
abiertamente a la ficción, Jia entrelaza nuevamente varias historias, que
suceden en la China actual, en constante metamorfosis, combinando con violencia
un pasado que es aun presente y cierta modernidad que promete arrasar con
(casi) todo. Las locaciones elegidas y el registro actoral permiten afirmar que
todo su cine anterior sigue allí, presente. Pero lo elaborado de los
conflictos, en todos los casos vinculados, de alguna manera, con la violencia y
la corrupción nos hablan de un cambio importante. La mirada del director, a
quien se ha acusado de tornarse demasiado permisiva con el régimen, no deja de
ser osada e inteligentemente ambigua. La evidencia de una sociedad
resquebrajada, partida, no son como tantas veces (el último Zhang Yimou, ¿Wong
en El arte de la guerra?) un llamado
al centralismo estatal que todo lo resolverá. No hay consignas ni bajadas de línea,
pero el que quiere justicia termina pagándolo con su vida o tiene que
ensuciarse las manos con sangre.
L’inconnu
du lac, de Alain Guiraudie. No puede hablarse de sorpresa para
quienes en el BAFICI 2010 pudimos ver alguna de sus películas anteriores: Le
roi de l’evasion, Voici venu les temps, Pas de repos pour les braves, Ce vieux
reve qui bouge y Du soleil pour les gueux (de la más reciente, a la
opera prima). En L’inconnu du lac encontramos a Franck (Pierre
Deladonchamps) un hombre solo que va a tomar sol y a nadar a una playa nudista
en un lago. En realidad, más que en eso, su interés reposa en el cruising.
Una vez más en Guiraudie, el homo-erotismo es un componente de sus historias,
en las que –quizás aquí en una dosis algo menor- siempre encuentra lugar para
el humor. Esa dosis más pequeña seguramente tiene que ver con la circunstancia
de que nuestro protagonista se enamora de quien ha visto que en ese mismo lago
ahogaba a su novio anterior. Los cuerpos desnudos, la explicitud del sexo, el
contacto con la naturaleza, dan lugar a un universo marcado por la soledad y el
misterio. La búsqueda del contacto con lo desconocido (un desconocido), la
imposibilidad de resistir a ese impulso (que hace que, en el momento decisivo,
no importe usar o no preservativo, estar o no con quien se sabe que es un
asesino que terminara matándolo) es lo que marca el ritmo de la narración. Y
ese ritmo tiene los altibajos de esos momentos de paz y de caza, de pulsión y
reposo, de riesgo y placer.
3)
DENIS Y SU INQUIETANTE TAREA
Como en el caso
de la anterior película, también pude ver en el Festival de Cannes, en la
sección, Un certain regard, la última película de nuestra querida y
admirada Claire Denis, Les salauds. Marco (Vincent Lindon) capitán de un
navío en altamar debe volver a Paris de urgencia para socorrer a su hermana,
Sandra (Julie Bataille), cuyo marido se ha suicidado. Ella le indica quien
habría sido el empresario responsable del hecho y Marco se instala en el
edificio donde vive la amante de ese hombre de negocios con el hijito de ambos.
La estructura del inicio nos lleva a descubrir con Marco los problemas
económicos de la empresa familiar y los oscuros secretos que se esconden detrás
de ese misterio en el que de pronto se encuentra en vuelto. Como es habitual en
Denis, el lenguaje de los cuerpos descubre y comprende la situación a un ritmo
distinto que aquel con que decodificamos cerebralmente el enigma. Vincent
Lindon, con quien ya había trabajado Denis en Vendredi soir es la
superficie perfecta para el compromiso corporal que la historia requiere. Lo
mismo sucede con las actrices (la citada Bataille y Chiara Mastroianni), que
efectivamente ponen el cuerpo a los requerimientos de la realizadora con un
compromiso que no deja de llamar la atención. No abundo en detalles de la
historia. No porque tenga que ver con la revelación de un misterio al estilo de
un whodunnit (el misterio en las películas de Denis nunca tienen que ver
con ”descubrir al culpable”), sino porque gran parte del placer (incluso
doloroso) que se obtiene de ver el film requiere de nuestra ignorancia y
nuestra necesidad de atar cabos o comprender situaciones y relaciones. Denis
cuenta con que nosotros descubramos ciertas circunstancias junto Marco, dudemos
o incluso no entendamos al mismo tiempo que el protagonista. Como de costumbre
con esta autora, sus películas son, en el sentido más estricto de los términos,
una experiencia sensorial.
Blind detective, de Johnnie To. La idea
de un héroe ciego no es novedosa y ahí esta Zatoichi para demostrarlo;
el asunto es que el protagonista de esta película, además, posee habilidades
para reconstruir mentalmente los hechos relacionados con las investigaciones a
su cargo de una manera que recuerda al Detective Dee de Tsui Hark. Sin
embargo, si bien hay acción e investigación policial, To vuelve aquí a la
comedia de una manera mucho más decidida incluso que en Ayer otra vez.
Es que en esta comedia romántica el elemento dramático viraba el asunto para
otro lado, en tanto que Blind detective esta jugada a un humor más
alocado, con un Andy Lau desatado. Como siempre, la película se disfruta en
cada una de sus imágenes, siendo particularmente disfrutable todo lo que tiene
que ver con la comida, uno de los tópicos del director, aquí muy presente. Sin
embargo, el film no está a la altura de lo mejor de To, ya que en algunos
momentos parece confundir velocidad con ritmo y los momentos de slapstick no
resultan del todo logrados. Claro que estamos hablando de alguien a quien le
pedimos mucho, y que venía de presentar una obra maestra en Roma (Drug war);
de ahí la alegría de que podamos ver, disfrutar y comparar las dos obras en
cuestión.
Los dueños, de
Agustín Toscano y Ezequiel Radusky. Presentada (y distinguida) en la Semana de
la Crítica del Festival de Cannes de este año, su temática se relaciona con la
de la película holandesa presentada en competencia en la misma muestra, Borgman
(de Alex van Warmerdam), ya que ambas, a su manera, se vinculan con las
relaciones de poder que se dan entre patrones y sirvientes en un ámbito
determinado. En el caso de Los dueños, entre los dueños y cuidadores de
un casco de estancia en Tucumán. No hay aquí componente fantástico (como en la
película holandesa citada), ni el verdadero y visceral desprecio a cierta clase
que puede advertirse en la obra de Lucrecia Martel. Tampoco se llega a los
extremos a que cedía la protagonista de La nana, ese excelente film chileno
estrenado tardíamente en Argentina este año. Los dueños se acerca a
temas y a clases sociales semejantes, pero bajo la amable protección de un
naturalismo que dota de realidad y verismo a ciertos excesos que reclama el
humor. Los actores, los unos y los otros, están perfectos en sus papeles,
brillando como siempre ese gran actor de cine que es German De Silva. Una
cuidada edición y una puesta que se nota que ha tenido en cuenta todos los
detalles, cuentan más allá del guion y logran momentos de lúcido humor, jugando
con el fuera de campo, como cuando los okupas parecen surgir literalmente de la
nada para jugar a la "casa tomada".
En lo que tiene
que ver con el documental, sólo queda llamar la atención sobre Margarita no es una flor, de Cecilia
Fiel, que se acerca a los trágicos y conocidos hechos acaecidos durante la
última dictadura militar en Margarita Belén y, en particular, a la historia de
Ema Cabral. Y, por último, Gabor, de
Sebastián Alfie. En este caso, la contratación del director para hacer un corto
institucional sobre la ceguera culmina en la contratación del personaje del
título, director de fotografía –justamente- no vidente. La referencia a Woody
Allen y La mirada de los otros es
ineludible (de hecho es mentada en el documental por la madre del director),
pero el resultado aquí es mucho más entrañable, tangible, honesto. El encanto
del personaje y el amor infinito por el cine (que puede, incluso, con la
pérdida de la visión) hacen de este pequeño film una experiencia inolvidable.
Nos vemos en Mar
del Plata…
Fernando E. Juan Lima