El otro futbol (Argentina/2012, 93’).
Dirección:
Federico Peretti.
Guión:
Federico Peretti.
Fotografía: Federico
Peretti.
Hechos pelota (*)
Los
argentinos, como sabemos y nos repiten, somos buena gente. Ya no bebemos vino
tinto, tomamos cerveza, la nueva bebida nacional. Después de Mamá, lo más
importante son los amigos, la barra (sí, amigos, no de a uno, de a muchos) y
sólo después de ellos (y del auto, y del trabajo y del deporte…), en su caso,
viene la bruja (nueva manera de referirse a la esposa, novia o favorecedora).
Claro que en el marco del deporte el eje y centro fundamental de nuestras
existencias lo ocupa El Fútbol (más visto por televisión que practicado, y, en
este caso, casi exclusivamente en cancha de cemento a cinco contrincantes por
equipo).
Esa
lógica de la masculinidad argentina, que une las publicidades de Quilmes con
las de algún plan de obras estatal, es la que con inteligencia elude El otro futbol. Federico Peretti recorre
las distintas divisiones del balompié argentino que discurren por debajo del
torneo de la A, de Ushuaia a La Quiaca, evitando quedarse en lo pretendidamente
folclórico, en el abuso del cantito de las tribunas, en el festejo descerebrado
de la actitud y el rito “chabonero”. Se nota que Peretti ama este deporte y
conoce y respeta su alma y su esencia. Es por eso que no hay voz en off que nos
indique cómo unir el patchwork de
imágenes que propone; sólo nos indica, por escrito, al inicio, que todos los
equipos a los que se hará referencia pueden, de ascender, llegar a jugar en la
primera A y luego, simplemente, detalla nombres, circunstancias, locaciones. El
resto es la sucesión de partidos, personajes, canchas, tribunas, periodistas
deportivos llevando adelante su labor y, en menor medida, contando su
particular relación con el deporte (el jugador-colectivero, el referí-taxista).
Sin
abusar de vacuas estilizaciones, El otro
fútbol encuentra belleza en una tribuna de tablones desvencijados, en
alambrados que parecen de otros siglos, en los vestuarios húmedos y algo
decadentes, en los grupitos de hinchas que apenas ocupan modestísimas
instalaciones. No es necesario acudir a demagógicas declaraciones al estilo “sos
lo más importante en mi vida”, “daría la vida/un brazo/lo que sea para que mi
equipo saliera campeón/ascendiera/no descendiera”. Sabemos que, en la enorme
mayoría de los casos, ello es mentira (declaraciones “para la tribuna”); pero,
incluso para quienes no gozamos o sufrimos de esa relación con el futbol,
intuimos que hay un profundo sentimiento (individual y colectivo) que une a lo
que parece ser una gran mayoría en nuestro país con ese deporte. Y esto es lo
que documenta Peretti, observando y poniendo en pantalla, sin buscar
explicaciones ni intentar una bajada de línea sociológica o política, ya que su
mirada y su evidente cariño sólo se expresan en el montaje. Así, la edición es
rítmica, respeta en cierta medida la idea de un crescendo dramático (puntuado
por las definiciones de partidos importantes), pero nunca es frenética ni
renuncia a la observación en pos de la búsqueda formal. Mantiene su punto de
vista al extremo de mostrar escenas de partidos y penales desde la posición de
un pretendido concurrente a la cancha, sin ceder a la omnipresencia del formato
de cobertura televisiva de este tipo de eventos. Se equivoca quien espere un
videoclip al estilo de aquellos a los que nos tienen acostumbrados los canales
y los programas de deportes: Peretti no se queda en el detalle de color ni
busca la hazaña deportiva o el encuadre que la ensalce. Así, como se dijo,
cuando se muestra una definición desde el punto penal, la toma es
unidimensional, reproduce la mirada del hincha y la falta de ambages parece
intentar retratar ese momento único e irrepetible (sin replays desde distintos ángulos), el calor, el entorno, el
ambiente, el sonido de la tribuna: ese algo inasible que aun estando fuera de
campo queda impreso en la película.
Frente
al prototípico argentino que referíamos al inicio y que nos dicen que somos, se
alza la minoría ilustrada que defiende verdaderamente los principios básicos
que hacen a nuestra esencia. Nunca abandonarán el vino tinto (varietal, servido
en copas altas de cristal, decanter mediante) y adoran tanto el futbol que no
dudan en dejar de lado sus “trabajos” para ver en HD todos los partidos del
Barsa. ¡Ese sí que es futbol! Seguramente estos iluminados también podrán
disfrutar de esta película, aunque consideren que se trata más de una ficción
que de un documental antropológico. Peretti tampoco participa de esta mirada,
más pretendidamente superada que superadora, y construye un film que se
disfruta más allá del deporte. No hace falta saber de fútbol, entenderlo o
sentirlo, para descubrir verdad y belleza en El otro futbol, una película tan personal como una declaración de
amor (que, sin embargo, no es empalagosa) y tan colectiva como ese sentimiento
que no podemos (ni queremos) explicar y que nos aúna e incluye a todos,
pareciera que incluso a los más desconfiados y “agnósticos”, como quien escribe
estas líneas.
Fernando E. Juan Lima
(*) Publicado en la Revista El Amante/Cine a raíz del estreno en cine de esta película.
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