lunes, 11 de febrero de 2013

El ganador, de David O. Russell (por Fernando E. Juan Lima)

El ganador (The fighter, EE.UU./2010/115’).
Dirección: David O. Russell.
Guión: Scott Silver, Paul Tamasy y Eric Johnson.
Fotografía: Hoyte Van Hoytema.
Edición: Pamela Martin.
Música: Michael Brook.
Intérpretes: Mark Wahlberg, Christian Bale, Amy Adams, Melissa Leo, Jack Mc Gee.

El estreno de El lado luminoso de la vida nos hizo recordar, hace ya dos sábados, la película previa de su director, David O. Russell. Para el que tenga ganas de seguir con el tema (y por ahí se anima a ir al videoclub (¡qué antigüedad!) o conseguirla de algún modo, aquí algunas palabras sobre El Ganador.

Pollerudos en el ring (*)
Los ciclos de tres años parecieran permitir estrenar películas en nuestro país con el título El luchador, como lo demostrarían Cinderella man (Ron Howard, 2005) y The wrestler (Darren Aronofsky, 2008). Sin embargo, cuando en ese lapso finalmente llega a estas tierras una película así llamada por sus creadores, nos topamos con El ganador. Título mentiroso y que podría hacer pensar en esa obsesión (norte)americana según la cual el escalón axiológicamente más bajo en la especie humana corresponde a los “perdedores”. No es que esa visión sea totalmente ajena al film, pero en su estructura (en la que conviven el melodrama y la épica deportiva) pesa más la descripción de la dinámica familiar (y barrial o local) que la bajada de línea al estilo winners don’t use drugs, tan à la mode en los 90’.
Se sigue aquí la “historia real” de los medio-hermanos Micky Ward (Mark Whalberg) y Dicky Ecklund (Cristian Bale); el primero intentando aprovechar su última oportunidad de suceso como boxeador; el segundo, ex púgil ahora entrenador de su hermano. Que éste sea adicto al crack y que él y su familia (especialmente la madre y clara jefa del clan, ante quien todos actúan como niños temerosos, interpretada por Melissa Leo) parezcan más interesados en sacarle algo de dinero fácil a Micky que en su éxito o en su salud, nos da una idea de por dónde transita la narración. En los primeros minutos se hace notar la presencia de Darren Aronofsky (productor ejecutivo que originariamente iba a dirigir el film), por cuanto la pintura de la patria chica de los boxeadores (Lowell, Massachusetts) es algo cruel y cínica, como lo es también la mirada sobre las 7 (sí, 7) hermanas de los protagonistas. Afortunadamente, con el correr del metraje, y más allá del trazo grueso en algunos pasajes, esta película en la que O’Russell cambia de registro con una saludable ausencia de pudor, deriva hacia la crónica barrial en la que se lucen cada vez más los secundarios y Lowell gana protagonismo en el centro de la escena. Esta pintura que comienza como esquemática va ganando en profundidad y sin llegar al punto de la gran Atracción peligrosa (Ben Affleck), parece entrar de algún modo en sintonía con Una luz en el infierno (Robert de Niro, 1993) o la injustamente desapercibida (no por EA) Tus santos y tus demonios (Dito Montiel, 2006).
Durante toda la película se aprecian dos ejes en tensión: el representado por Micky y su padre (Jack Mc Gee, en una interpretación muy superior a la de la candidateada al Oscar Melissa Leo), pasivo, contenido, introvertido; y su oponente, el de Dicky y su madre, excesivo, expansivo, violento, ruidoso. Desconozco, por ejemplo, cómo se comporta realmente un adicto al crack, pero cinematográficamente, lo de Bale se acerca demasiado a la caricatura (lo que, cabe decirlo, a veces sirve como comic relief). Es que el segundo eje, que se hace fuerte en la historia de redención de Dicky, es el peor componente de este popular revuelto; aquí todo es previsible, superficial y con un halo aleccionador que molesta.
El último componente del que todavía no hablamos es el boxeo propiamente dicho. confieso mi ignorancia en esta materia (extensible a casi todo deporte); lo que no me ha impedido disfrutar (y “entrar en código”) con casi cualquier película en la cual se plantee la forma narrativa de una contienda deportiva. De BASEketball (David Zucker, 1998) a Frost/Nixon (Ron Howard, 2008), pasando por las películas de boxeo citables para esta ocasión (Toro salvaje, la saga de Rocky, Million dollar baby, Ali, los ya citados luchadores…), pareciera que hay algo en el espíritu masculino que nos impide abstraernos de este género de competencias, así estemos asistiendo a dos tipos jugando a la bolita (o al ridículo dodgeball de Pelotas en juego, Rawson Marshal Thurber, 2004). Y ahí están los personajes femeninos de El ganador para poner en evidencia la ridiculez de nuestra estúpida esencia agresiva-competitiva. Es que, más allá de las piñas, no caben dudas de que los personajes fuertes en esta historia (“como la vida misma”) son los femeninos. La madre es la que comanda la familia y Micky sólo se atreve a cuestionar sus mandatos cuando se relaciona con Charlene (Amy Adams, a cargo del componente romántico de la película y que protagoniza una de sus escenas más bellas, cuando le enseña salto en alto a la hija del anterior matrimonio del boxeador). En las peleas (filmadas al estilo HBO), el protagonista resiste estoicamente las golpizas para concentrar toda su fuerza en un (casi) único puñetazo. Éste pareciera ser un módico escape, catarsis, gesto de macho para la tribuna, por cuanto las decisiones que cuentan siempre las toman otros; o, mejor dicho, otras.

Fernando E. Juan Lima
(*) Crítica publicada en la revista El Amante/Cine N° 226.
 

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