lunes, 24 de marzo de 2014

Recomendaciones para el BAFICI 2014, por Fernando E. Juan Lima



        Como cada año, la cercanía del BAFICI nos lleva a ese estado que combina expectación, alegría y algo de ansiedad ante la enorme oferta y las limitaciones temporales para ver todo lo que quisiéramos. Es por eso que, a continuación, les dejamos algunas breves consideraciones críticas (realizadas en el momento de su visión, la mayoría en el último Festival de Cannes) que –esperamos- les puedan ser de utilidad al momento de escoger su camino por el festival que se avecina.








1)    Why don’t you play in hell?

Pensar en Super 8 y en Killl Bill sería una injusticia para alguien que, como Sion Sono, es un género en sí mismo. Su consabido cruce de géneros, la falta de límites, la libertad absoluta, forman parte de este “homenaje” del director japonés al fílmico (sobre todo al 35mm, pero también al super 8). Un grupo de jóvenes “terroristas”-cineastas, una chica que alguna vez fue famosa por la publicidad de una pasta dental y dos bandas enfrentadas de yakuzas se cruzan con el objetivo de realizar una película. Pero no cualquier película sino una obra maestra.
Autoconciencia y parodia, ficción y realidad constituyen las diversas capas de los círculos concéntricos que conforman una habitual forma de narración sionista. Como en Strange circus, Love exposure o Cold fish, las distintas historias o los distintos tiempos se imbrican unos en otros y sólo al final (o a los finales, como en este caso) terminamos de comprender la lógica dentro del caos. Así, sabemos que Sion Sono no se siente atado por los mandatos de la lógica causal, y que los saltos temáticos, estéticos, narrativos y temporales son una marca de fábrica. De todos modos, en un artista cuya constante es la heterodoxia, sorprende el giro iniciado en The land of hope (vista en Mar del Plata el año pasado) y ahora en Why don’t you play in hell. Películas muy distintas entre sí, pero que marcan algún tipo de viraje con la obra anterior. La primera, un melodrama cargado de tensión, que nunca explota a la manera en que sucede en toda su obra anterior y la presentada este año, bañada de sangre (como casi siempre, salvo en la citada The land of hope), pero sin su ya clásico componente de perversión. La referencia a la perversión no implica en este caso una carga valorativa; quizás sería más adecuado hablar aquí de lo que generalmente es concebido o presentado como tal, ya que el juicio moral es ajeno al mundo de Sion Sono.
Conociendo al director, seguramente este aparente cambio no sea estrictamente un viraje sino una adición, un desvío (uno más), algo que agregar a su proteico universo. De una a otra película, y dentro de cada una de ellas, la sorpresa es permanente. No es habitual encontrar un ánimo tan constante de búsqueda y variación en el cine contemporáneo.


En Why don’t you play in hell, la sangre puede generar una alfombra brillante, de un rojo perfecto o salpicar por completo la pantalla, los protagonistas pueden continuar en movimiento desmembrados o con un sable partiendo en dos el cráneo. La violencia es tan excesiva que sólo en el campo de la animación puede hallarse algo parecido. Pero el ánimo es festivo, erótico, amoroso. Felicidad de un disfrute animal, atávico, que da cuenta de un profundo amor por el cine.

2)      Norte, the end of history

Norte, the end of history de Lav Diaz (Evolution of a Filipino family, Melancholia, Century of birthing). Monumental obra de cuatro horas diez minutos de duración (aunque para este director, esto es casi un corto metraje), la sala Debussy inusualmente vacía. Posiblemente, dedicar 250 minutos a un solo film es una opción evitada por la mayoría de la crítica que ha preferido buscar otros horizontes. Pues bien, se han perdido una gran película. Lav Diaz propone una película-rio, en la cual cruza las historias de un joven burgués, estudiante brillante de derecho, preocupado por el estado del mundo y como cambiarlo, y otro, muy pobre, que ha sufrido un accidente y debe empeñar lo que no tiene para mantener el negocio familiar y dar comida y abrigo a los suyos. La prestamista de este último es asesinada por el primero, pero el inocente es el que carga con las culpas y termina en prisión. Norte… cuenta tanto por esta trama, como por los detalles de la vida de ambas familias, su forma de relacionarse entre sí, su discurso y su actitud vital, su entorno. La cámara discurre con elegancia entre ambientes cerrados y la omnipresente naturaleza, descubriendo como, pese a los obstáculos, el injustamente encarcelado no pierde el eje y llega a algo parecido a la santidad, mientras que el asesino, acechado por su conciencia, desciende a abismos cada vez más parecidos al infierno. Si bien podría pensarse en cierta linealidad en el sentido que los pobres serian buenos de toda bondad en tanto los poderosos representarían el mal en la tierra, lo cierto es que el asunto es mucho más complejo que eso y no es allí donde apunta Díaz. De la revolución de café al incesto y al asesinato, de la cárcel a la santidad (levitación incluida), Norte… nos lleva a un universo demasiado tangible para ser mágico, sin por eso carecer por completo de elementos fantásticos.



 3)      Grand Central

Grand Central, de Rebecca Zlotowski, a quien conocimos por Belle epine en el BAFICI, vuelve a seducir con climas enrarecidos y un gran acento en el componente físico (aunque ahora no se trate solo de una chica, sino también estén dando vueltas una banda de hombres). El protagonista, un joven de pocos recursos y escasos estudios decide (no tiene muchas opciones, seamos claros) entrar a trabajar en una central nuclear, donde se engancha con la novia de un compañero de trabajo. No es que quiera parecer excesivamente coloquial, el término “engancha” es casi textual, porque la relación que une a la pareja tiene que ver con la pulsión vital, con el desenfreno que produce convivir con la muerte y con el peligro diariamente. Pareciera que, como la radiación, los cuerpos y las mentes son poseídos por un mal que no se ve pero cuyas consecuencias son cada vez más evidentes. La central nuclear, los entrenamientos y procedimientos de seguridad, son burocráticos ejercicios marcados por la asepsia. Frente a ello, los momentos vitales (los encuentros sexuales) son salvajes, en lugares sucios, incómodos o en el exterior; ante tanta represión y peligro es como si el componente animal de lo humano reclamase libertad. Esto es lo que logra transmitir Zlotowsky, y eso es lo que hace de Grand Central una película particularmente sensorial y sugerente.





  4)       Salvo

 Salvo, de Fabio Grassadonia y Antonio Piazza, se presentó en la Semana de la crítica. No se por qué se me había metido en la cabeza que debía estar buena esta película. Pero tenia razón. Un mafioso se defiende de un intento de asesinato, matando a los sicarios y al cerebro de la operación, pero deja viva a la hermana de este último, ciega, escondiendola de su propio grupo en una fábrica abandonada. Esto es lo que sucede en la superficie, pero el acercamiento de los directores, desde lo formal, da cuenta de que también están hablando de otra cosa, en particular, de las maneras y los límites de la percepción. La primera media hora de película es impactante. Sin el componente de abstracción, la belleza de las imágenes remite a los primeros minutos de L’amico di famiglia, de Paolo Sorrentino. La primera persecución, las muertes, la entrada en la casa donde se encuentra con Rita, la ciega, ponen el acento en el ritmo, la respiración, la música, los silencios, los detalles. Una mano que se acomoda una zapatilla, un tema musical que se repite, un rayo de luz que permite divisar una figura. El encuentro entre el mafioso y su “víctima” es un choque de planetas que cambia la percepción de ambos. De hecho Rita experimentará una metamorfosis que permite dudar de su ceguera. Un descubrimiento de este festival.


5)     Tip top

En la Quincena de los realizadores, pude ver Tip Top, comedia francesa dirigida por Serge Bozon. La muestra de que el Festival sirve también para el lanzamiento de productos estrictamente comerciales de la industria local. Dos policías, mujeres, de asuntos internos, investigando el asesinato de un informante en el marco de algo que tendría que ver con la comunidad argelina. Solo para destacar que esas policías, además, son, una, sadomasoquista y la otra vouyeuse. Y que una esta interpretada por Isabelle Huppert y la otra por Sandrine Kiberlain. El timing de las dos es lo que levanta algo la puntería de una comedia de formato televisivo con unos cuanto chistes tremendamente groseros y berretas.


6)     Shields of straw 

Shields of straw, una nueva sorpresa del prolífico director japonés Takashi Miike. Las últimas películas del realizador a las que tuvimos acceso también habían sido particularmente buenas: For love’s sake (Cannes 2012 y Mar del Plata) y Lessons of evil (Roma 2012). Y, lamentablemente, no está a esa altura; cabe decirlo rápidamente. Sin embago, Miike no decepciona. La propuesta tiene que ver con un grupo de policías que tienen que llevar de un punto a otro del Japón a un asesino serial mientras los 125 millones de japoneses quieren matarlo, ya que el abuelo de una de las victimas ofreció una recompensa de un billón de yenes a quien lo hiciera. Es cierto que en este caso la acción esta dosificada, y el devenir tiene más que ver con la tensión que se provoca en el acecho y persecución. El componente político, no por juguetón y excesivo, deja de estar presente. Después de todo, tal como sucedía en Batalla real y tantas películas de género, los discursos no suelen ser el vehículo para el pensamiento crítico en el marco del cine, que se expresa mejor en la acción.






  7) Un château en Italie



Un chateau en Italie de Valeria Bruni Tedeschi. Confieso cierta debilidad por esta hermosa mujer, pero su amable retrato de una familia de la nobleza en decadencia tiene empatía, calidez y mucho humor. Lo que en Olivier Assayas en Las horas del verano era pura nostalgia, con la impronta itálica de la Bruni Tedeschi, alterna momentos de tristeza (que sin embargo son vividos de una manera mucho más exteriorizada que en el caso del francés, como cuando fallece de SIDA el hermano de la protagonista), con una potente historia de amor y mucho humor en los diálogos. Como había demostrado en Actrices, se nota un trabajo en los actores que da lugar a la construcción de personajes entrañables. 




  8)        Sarah préfère la course




Sarah préfère la course, de Chloe Robichaud, representante canadiense en la sección Un certain regard, pone el foco en una chica de 20 años a lo que más le gusta en la vida es correr. La elección de una universidad, la obtención de una beca (matrimonio falseado mediante) y algún problema de salud, todos son elementos en su vida que favorecen o son obstáculos para lo que realmente le interesa: llegar a las Olimpíadas. Resulta interesante ver cómo la protagonista se relaciona con el mundo exterior, con su familia y su compañero de departamento (aquel con quien se casa para obtener aquella beca), ya que lo suyo pareciera ser la soledad y la inadecuación. Evidentemente, eso de correr ha de ser un deporte muy solitario (habrá que preguntarle a don Santiago García), y ello es lo que refleja esta película sin juzgar ni abrir juicio sobre las decisiones de su criatura principal. En fin, que no es lo mismo ser individualista y solitario que apático y egoísta. 



9)      Only lovers left alive

¿Por qué es que si nosotros hacemos determinada mención o llevamos adelante un acto quedamos como maleducados, groseros, lineales o superficiales y hay otras personas, con un accionar similar, parecen una cruza de Isidoro Cañones y James Bond en el mundo real? No es que me pretenda comparar, pero no puedo dejar de pensar que hay un determinado ángel, un aura, un savoir faire o una elegancia que es innata y que solo unos pocos poseen. Jim Jarmusch es uno de esos elegidos. Only lovers left alive es una película más pequeña, menos pretenciosa que Los límites del control. En ella encontramos unos vampiros que sobreviven desde tiempos inmemoriales, Adán y Eva, enamorados, entre sí y de todas las cosas bellas que hay en el mundo (la música, sobre todo, las más inasible y etérea de todas las artes). Lástima que estas –las cosas bellas-son cada vez menos, porque los zombis (nosotros, aquellos a quienes la elegancia nos está vedada) todo lo destruimos. Todo es romántico, nostálgico y encantador. Las citas se multiplican, de Shakespeare a Buster Keaton: la idea es que, en realidad, todo lo importante acaecido en el mundo (de las ciencias a las artes) tiene que ver con la presencia de estos seres fantásticos, en vía de extinción. Algunas citas son un poco obvias, superficiales. Sin embargo, funcionan generando momentos de humor logrado y, otra vez, lo que en labios de otro puede sonar a perogrullada, en los de Jim Jarmusch es un hermoso haiku.




10)   Algunas chicas

Pude ver esta película en el Festival de Río de Janeiro, en septiembre de 2013. En ese momento, escribí esto para la cobertura de la muestra en El Amante: "Alejo Moguillansky acompañó El loro y el cisne y Santiago Palavecino Algunas chicas (ya presentada en Venecia). Y a esta película dedico este último párrafo. El director de Chacabuco viene precedido de la prometedora Otra vuelta y de la muy injustamente ignorada por la mayoría de la crítica La vida nueva (me remito a mi crítica en esta revista). Algunas chicas dialoga con estas películas, aun cuando profundiza ese halo de misterio que las caracteriza. La pretendida historia que mueve la trama tiene que ver con la llegada de Celina –que intenta descansar y recuperarse de un fracaso matrimonial– a la casa de una amiga del colegio que la invita a pasar unos días en el campo. Desde el inicio se advierte que algo extraño estaría ocurriendo con Paula, la hija de la pareja de anfitriones; y allí están Martina y Nené para confirmar esa sospecha. El universo femenino como territorio insondable y desconocido y las alteraciones temporales que remiten al mágico influjo de Venecia rojo shocking (con la que también comparte la constante acechanza de la muerte) componen sólo una parte de una película que reclama una segunda visión. Y de una visión en cine; por cuanto el cuidado del trabajo con las imágenes y un sorprendente y perfecto diseño de sonido (el extrañamiento, el clima, el diálogo con el terror responden en gran medida a cómo suena esta película) sólo en una buena sala de cine pueden apreciarse en toda su intensidad y sutileza."



      Bonus track

Recomendar ver todo lo que se pueda de las películas de Schlieper constituye a esta altura casi una redundancia. Otro tanto sucede con los clásicos que podrán verse en copias de una calidad que sólo el festival permite (incluyendo en el ambiguo y proteico término de “clásico” obras como Jules et Jim o La gran ilusión, pero también Shivers y Calles de fuego). Así que sólo haré referencia a algunas otras películas que pude ver y que también valen la pena (aunque requerirían de un poco más de tiempo y espacio para hacerles justicia): (a) Michel Petrucciani, de Michael –El cartero- Radford. La película resulta más interesante por lo increíble e inigualable del personaje retratado que por los relativos méritos de su director. Pero sí; vale –y mucho- la pena. (b) Fantasmas de la ruta, de José Celestino Campusano. Con sus más de tres horas de duración, el director de Vil romance, Vikingo y Fango demuestra su capacidad para narrar y para atraparnos en sus historias. Como siempre su particular tono, sus geografías y tonos actorales demuestran la plena forma y la originalidad de un creador impar. (c) La laguna, de Gastón Bottaro y Luciano Juncos. Cruza de western e historia de iniciación en la sierra cordobesa en la cual Germán de Silva vuelve a demostrar que es un gran actor de cine. (d) La gran noticia, de Lionel Baier. Periodismo radial de franceses en la Portugal de la Revolución de los Claveles. Amabilidad, libertad y Valérie Donzelli (Declaración de vida), que se muestra como una gran comediante. (e) Our sunhi, de Hong Sangsoo. Belleza y felicidad absoluta. Comedia encantadora que ya pasó por el Festival de Mar del Plata, pero que seguramente volveré a ver.

Eso ha sido todo. Buen BAFICI para todos. Y todas.

Fernando E. Juan Lima

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