El significado del amor (Le nom des gens, Francia/2010/104’).
Dirección: Michel Leclerc.
Guión: Baya Kasmi y Michel Leclerc.
Fotografía: Vincent Mathias.
Montaje: Nathalie Hubert.
Música: Jerôme Bensousssan y David Euverte.
Intérpretes: Jacques Gamblin, Sara Forestier, Zinedine Soualem, Carole Franck, Jacques Boudet, Michéle Moretti.
Cierta correcta incorrección política
Las comedias americanas son tontas y descerebradas. Películas como las recientes Quiero matar a mi jefe o Damas en guerra sólo son productos sin gracia ni contenido, meros instrumentos pasatistas que no hacen sino estupidizarnos, reiterando pullas y latiguillos por todos conocidos. Por suerte ahí está la Comedia Francesa, que añade al humor una visión
política del mundo, se planta y sostiene lo que piensa (sea sobre el Holocausto, la discriminación racial o la revolución sexual). Menos mal que también existe una comedia
política del mundo, se planta y sostiene lo que piensa (sea sobre el Holocausto, la discriminación racial o la revolución sexual). Menos mal que también existe una comedia
jugada políticamente, progresista, que pone los puntos sobre las íes. Menos mal, ¿no?
¡NO!
Sabido es que la comedia suele ser menospreciada por la crítica que se hace fuerte en las Cuestiones-Importantes-Que-Definen-Nuestro-Mundo. Asqueados por todo lo que huela a escatología o libertad sexual, asumen que El significado del amor es una “película compleja”, que viene a significar un avance, un cambio, un film que corre los límites al acercarse a alguno de esos temas desde una visión política. El asunto es así: la lógica chico conoce chica esta vez une a un cuarentón y metódico científico (Arthur Martin/Jacques Gamblin), de familia judía (madre sobreviviente de Auschwitz), con una arrasadora jovencita (Baya/Sara Forestier), de padre argelino y madre hippie, que, habiendo sido abusada de niña, “debió elegir entre ser pedófila o ser puta”, y se quedó con lo segundo. Sólo queda hacer una aclaración: se trata de una “puta política”, su modo de operar es coger con gente de derecha para pasarla al campo del progresismo.
Sara Forestier es hermosa y no tiene problemas (nosotros tampoco, cabe decirlo) en mostrar alegremente su cuerpo. Se habla mucho, pero mucho, de diversidad, de política, hay palos para la derecha y autocrítica de la izquierda. Pero, ¿basta que nos caiga mejor cierto progresismo que la derecha más reaccionaria para que nos tenga que gustar una película? ¿Y el humor? ¿Y la construcción de personajes? Por más distraída que sea una persona parece difícil que se olvide de ponerse ropa para salir a la calle. Y, hablando de pretendidas incorrecciones, hacer chistes sobre el Holocausto o la pedofilia, ¿es banalizar estos temas?
A mi modesto entender, no creo que exista límite alguno para el humor. El problema es que El significado del amor no es honestamente incorrecta o revulsiva. Utiliza esa pátina para agradar a cierto público, pero, en el fondo no se juega por la desfachatez, no mantiene la apuesta. Al final, como en cierta medida pasaba con Shortbus (de John Cameron Mitchell) y su utilización del sexo para culminar en un final muy conservador (más allá de la genial escena del himno norteamericano), o con la reciente ganadora del premio del público en el Festival de Toronto (Where do we go now?, de la directora de Caramel, Nadine Labaki (y que esperemos que no se estrene por estas tierras), lo que tenemos es una película profundamente hipócrita. Se puede andar en bolas por ahí, votar al socialismo y ser profundamente conservador y reaccionario. Y peor aún: el paraguas protector de ese voto parece que autoriza a realizar comedias casi sin gracia alguna.
Fernando E. Juan Lima
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