miércoles, 28 de diciembre de 2011

La cueva de los sueños olvidados (por Sergio M. Napoli)

La cueva de los sueños olvidados (The cave of the forgotten dreams, Alemania/2010/90’).
Dirección: Werner Herzog.
Guión: Werner Herzog, Judith Thurman. 
Fotografía: Peter Zeitling.
Montaje: Maya Hawke, Joe Bini.
Música: Ernst Reijseger.  




El túnel del tiempo


Según indica la gacetilla de prensa, “La cueva de los sueños olvidados, narrada en primera persona por Werner Herzog, es la experiencia única de su incursión en la cueva de Chaauvet-Pont-d’Arc (Francia) con 32.000 años de historia en su interior: un tesoro del arte rupestre del Paleolítico, cerrado durante 20.000 años a los ojos del hombre debido a una avalancha de rocas que preservó su pasado…”. Pese a lo que la descripción pudiera sugerir, La Cueva… está muy lejos de ser un aburrido y monocorde documental, estilo “National Geographic”, acerca de la pintura rupestre y las condiciones de
vida en el período paleolítico. Por el contrario, la película es, ante todo, una aventura. La aventura que emprenden el director y su equipo técnico, quienes gozan de un privilegio único y, al mismo tiempo, deben enfrentar un importante desafío. El privilegio está dado por la posibilidad de acceder a un espacio que se encuentra vedado al público en general y que sólo se abre unos pocos días al año para que un reducidísimo grupo de científicos pueda realizar estudios de campo. El desafío consiste en retratar y reflejar en pantalla -con el tiempo contado, escasos instrumentos técnicos y muy limitados espacios en los que moverse- el halo de misterio que rodea a estas cavernas y las sensaciones que trasmite este lugar, casi intacto, en el que se encuentran las primeras manifestaciones pictóricas del ser humano de las que se tenga constancia hasta la fecha. Sin dudas Herzog aprovecha su oportunidad y supera con creces el reto. Alejándose de todo didactismo, el film no sólo trasmite el enigma que rodea a la caverna e invade a los propios investigadores, que en muchos casos parecen tener más dudas que certezas respecto de que era lo que ocurría en ese ámbito, sino que simultáneamente deja en el espectador la incómoda sensación de insignificancia del hombre frente al paso del tiempo. Todo ello acontece en el marco de una de las más acertadas y justificadas utilizaciones de la técnica del 3D de los últimos tiempos. En este caso, gracias al efecto visual las pinturas adquieren el volumen propio de las superficies irregulares en las que, intencionalmente, fueron realizadas y, de esta forma, es posible comprender la intención de los “artistas paleolíticos” al situarlas donde lo hicieron. Por otra parte, las imágenes no se nos vienen encima, al estilo de documental efectista para IMAX, sino que es la profundidad en la composición la que permite apreciar enteramente y en su cabal dimensión este espacio oscuro y reducido. También los juegos con la cámara y las luces, derivados en muchos casos de las limitaciones del equipo con el que era posible contar, permiten descubrir formas y figuras allí donde, en una primera mirada, no pueden apreciarse más que líneas o trazos inconexos. Así, el recorrido que el director nos propone por la cueva se transforma en una verdadera experiencia sensorial en la que, por momentos, hasta nos parece percibir el olor a encierro y humedad que reina en ese ambiente. Pero, más allá de los magistrales movimientos de la cámara o el deslumbramiento que puede producir en el espectador el 3D, lo cierto es que la obra de Herzog excede el mero regodeo técnico para proponer una reflexión, sin solemnidades pero rigurosa, acerca del ser humano, a partir de la búsqueda de similitudes y diferencias entre los actuales habitantes del planeta y aquellos antepasados que, hace unos 32.000 años comenzaban a apoyarse en dos patas y sentían, al igual que él al realizar este film, la necesidad de expresarse como forma de trascender y vencer al inexorable paso del tiempo.
                                                                       Sergio M. Napoli

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