viernes, 29 de marzo de 2013

Reseñas del BAFICI 2013 (primera parte). Por: Sergio Napoli


                                                                                                                               Por Sergio M. Napoli


A pocos días del comienzo del BAFICI 2013 empezamos a subir nuestras reflexiones, que no pretenden ser recomendaciones, sobre algunos de los títulos que formarán parte de esta nueva edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires.
En esta oportunidad: Assayas, Kitano, de Oliveira, Seidl




Après mai, de Oliver Assayas

Como su nombre lo insinúa, Après mai es la película que Assayas dedica al mayo francés. Muchos podrán preguntarse si era necesaria otra versión cinematográfica sobre la generación que revolucionó a París, y al mundo, a fines de la década del sesenta. El director francés demuestra a esas almas dubitativas que todavía es posible abordar el tema y no morir en el intento.
Probablemente se trate del film menos “autoral” de Assayas que, sin embargo, logra trasmitir el clima de época y la ebullición política y hormonal imperante a partir de las vivencias de un grupo de adolescentes de colegio secundario que, en 1971, pretenden hacer su propio camino, tanto desde la militancia partidaria como desde las distintas movidas artísticas.
Aun cuando provengan de diversas vertientes ideológicas, a todos los une la necesidad de cambiar el orden establecido y la más profunda convicción de que ello es posible. Escriben artículos, se manifiestan en las calles, pintan, filman, todo para acabar con las instituciones burguesas, representadas por sus padres y por casi todos los adultos.
Se trata de una película de estructura y narración convencional, más sentida que pensada, transparente, como lo son los jóvenes retratados, que podrían ser los héroes de cualquier novela romántica. En particular, Gilles (Clement Mètayer) que a su participación política y su veta artística suma una particular relación amorosa con la etérea Laura (Carole Combes). Será justamente él en quien más claramente se verá reflejado el esplendor y ocaso del movimiento sesentista. Especialmente cuando, luego de un viaje iniciático por Italia, vuelva a la realidad y se vea incorporado, poco a poco, en ese sistema que quería destruir.
Assayas no adopta una visión nostálgica que se lamenta por la desaparición de un tiempo mejor ya perdido, por el contrario celebra esos años mostrando sus profundas contradicciones.
Párrafo final para la acertada elección de los intérpretes, un grupo de jóvenes y poco conocidos actores que aportan una frescura y naturalidad sin la cual el film podría haber desarrancado


Outrage Beyond, de Takeshi Kitano

Un estudio integral del cine de yakuza jamás podrá soslayar la obra de Takeshi Kitano quien, desde los años noventa ha venido reinventando y oxigenando al género. Y si bien la riqueza del cine del director japonés no se agota en el cine de género, lo cierto es que sus películas sobre el crimen organizado son ya una marca registrada.
En esta oportunidad vuelve sobre el gangster Otomo quien, tal como lo dejara en su anterior película Outrage (2010), se encuentra terminando de cumplir una condena en prisión.
Muchas cosas han variado en el mundo que Otomo encuentra al salir en libertad. Incluso los yakuza, los políticos y la policía han cambiado.
Es justamente en esos cambios y en la corrupción de las instituciones que hace foco Outrage beyond. En un nuevo mundo en el que la policía negocia con la mafia y media en sus conflictos internos y en el que los políticos sellan pactos electorales con los capos de los clanes. En esta realidad la yakuza ha debido aggiornarse y la generación en el poder no respeta los códigos de honor y sólo persigue el máximo beneficio económico mediante medios que la vieja guardia no comprende ni aprueba.
Será este contexto el que obligará a Otomo a cambiar sus planes de retiro y a involucrarse en una disputa de poder en el seno de familias rivales que involucra a mafiosos, políticos y policías.   
Uno se siente tentado a sostener que este Kitano es el mismo de siempre, ya que la película exuda violencia y humor y carece de cualquier elemento que torne banal o esconda la crudeza e impiedad del universo descrito (por eso, según el propio director, no hay personajes femeninos que puedan crear momentos de emoción que distraigan al espectador “de la realidad de la guerra de policías y mafiosos”).
Sin embargo, se notan cambios tanto de fondo como de forma. La temática social-política aparece esta vez de una forma y con un peso que no se veía en películas anteriores.
También Kitano utiliza la cámara en forma más inquieta, dotando a las escenas de ciertos movimientos que no eran característicos de su cine. Además la banda de sonido se aleja del estilo de las precedentes e incide en una forma totalmente distinta sobre las imágenes que acompaña. 
Se podrá decir que es un Kitano mucho más “americano” y en este punto, seguramente, habrá polémica. Sin embargo, el cambio no parece afectar ni la coherencia ni la solidez de la película que con el paso del tiempo crece en la consideración de quien escribe.


Gebo et l’ombre, de Manoel de Oliveira

El director portugués demuestra que, a los ciento cuatro años de edad, es capaz de realizar una gran película y, al mismo tiempo, darnos una lección cinematográfica a quienes renegamos de la teatralidad en el cine.
En Gebo et l’ombre, de Oliveira traslada a la pantalla una pieza teatral de 1923 de su compatriota Raúl Brandao, que cuenta la historia de un anciano contador (Gebo), que pese a su edad, continúa trabajando para (apenas) mantener a su esposa y su nuera, mientras su hijo Joao se encuentra lejos del hogar por haber cometido actos de suma gravedad que su madre, que ansía su regreso, ignora. Los días pasan entre la monotonía, el sacrificio, la añoranza y la extrema solidaridad y piedad de los miembros de la familia. En ese microcosmos irrumpirá Joao, cuyo retorno desencadenará la tragedia. 
El relato transcurre en un espacio cerrado, delimitado y oscuro que genera un clima de agobio que crece minuto a minuto. De Oliveira, con rigor espartano, un estilo antinaturalista y una cámara frontal que remite a los albores del cine, nos hipnotiza para mostrarnos en este cuento moral, las grandezas y las miserias de la naturaleza humana.
A ello se suman las perfectas interpretaciones de un casting internacional conformado por Michael Lonsdale, Claudia Cardinale, Jeanne Moreau, Leonor Silveira y Luis Miguel Cintra.


Paradise: Faith, de Ulrich Seidl

Parte de la trilogía de Seidl sobre tres mujeres de una misma familia de clase media austríaca. Paradis: Faith se centra en Anna María, una misionera que en una ciudad de la conservadora Austria se encarga de llevar, puerta a puerta, la palabra del señor. Para cumplir con esa misión se vale de una imagen de la virgen María con la que intenta convertir al cristianismo a todo aquél que decida brindarle un rato de su tiempo.
Mientras tanto, la vida privada de esta integrante de la Legión del Sagrado Corazón transcurre entre conversaciones con Dios, flagelaciones, penitencias y la autosatisfacción con un crucifijo. Además, debe convivir con su marido Nabil, un egipcio que ha quedado paralítico por un accidente por el que ya no siente nada pero debe cuidar por caridad cristiana.
Paradis: Faith es una película despareja, construida a partir de diálogos improvisados y actores no profesionales que si bien tiene momentos de comedia negra bien logrados –imperdibles dos intentos de conversión fallidos-, cae en un pozo profundo cuando pretende reflexionar seriamente sobre la religión o escandalizar con ciertas escenas.


Algunas de estas reseñas han sido tomadas de las crónicas publicadas en el sitio A Sala Llena en ocasión de la cobertura de La Mostra Internazionale d´ Arte Cinematográfica de Venezia en 2012. 

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