jueves, 4 de abril de 2013

Reseñas del BAFICI 2013 (segunda parte). Por: Fernando E. Juan Lima




Por Fernando E. Juan Lima

En este BAFICI parece que habrá muchas revisiones, revisitas y focos que sirven de excusa para revisitar viejas (o no tanto) y queridas películas. De las que pasaron por otros BAFICIS a Aristarain o nuestro amado Hong, esas las damos por conocidas y por lo tanto no caeremos en la redundancia de recomendarlas. Hacemos centro en aquellas películas que no se han visto en cine en Argentina (con una pequeña licencia al final), sin un orden de prelación que no tenga que ver con el capricho o el mandato de las teclas de la computadora.

Aquí las recomendadas:

 

1) Mekong Hotel o cómo reafirmar la certeza de que Apichatpong Weerasethakul puede transportarnos a otro mundo con muy pocos elementos. En esta especie de documental, making of o alto en la filmación de una película para rodar otra, la magia sucede en un hotel sobre el río Mekong en el que, como de costumbre, ficción y realidad, vida y muerte, seres humanos y criaturas fantásticas o soñadas cruzan sus caminos. El lugar vuelve a ser la frontera entre Tailandia y Laos, se menciona a la tía Jen, una gran inundación, alguna circunstancia política, e intervienen con naturalidad en el devenir de la trama una madre e hija que vendrían a ser algo así como fantasmas que se alimentan de carne humana. Las locaciones, al centrarse en el hotel dejan un poco fuera de campo a la naturaleza (sin embargo siempre presente en el río que puede verse desde balcones y ventanas) y parecen remitir más al mundo de Syndromes and a Century que al de El hombre que podía recordar sus vidas pasadas. El clima de ensueño, la habitual deriva adquiere un clima específico y diverso al de todas sus producciones anteriores por la omnipresencia de una música de guitarra que alterna ritmos españoles y de blues, dando la sensación de una película-río.

2) Paradise: love, de Ulrich Seidl. El director austríaco de Import Export encuentra algo del humor que no tenía esta película para filmar esta primera parte de una trilogía sobre las mujeres de una familia que se toman las vacaciones por separado (en el BAFICI se dan las tres, ésta es la única que pude ver ya que es la que se proyectó en Cannes). El tema aquí es el del turismo sexual (en las otras se trataría de un viaje a misionar y un campamento). Mujeres entradas en años (y en carnes) viajan a Kenia para obtener los servicios de los locales a cambio de dinero. Las escenas del resort con las turistas custodiadas tomando sol y, del otro lado de una soguita, sobre la playa, decenas de jóvenes mirándolas fijo, esperando venderles algo, resulta inquietante. La reiteración (la película dura 120’) y la apuesta al patetismo pueden con la incorrección política y el humor. Más allá de algunos hallazgos visuales, la fría mirada de Seidl aparece como la contracara del humanismo de Laurent Cantet al retratar una historia similar en Bienvenidas al paraíso.

3) In another country de Hong Sang-soo, con la enorme Isabelle Huppert. Dijimos que era redundante la recomendacion respect de Hong, pero como este film va a ser proyectado por primera vez en la Argentina, vale la excepción. La película se abre con una música leve y el cartel de un hotel, en él y en sus inmediaciones (un restaurant, una playa, una carpa, un faro que nunca se ve) transcurren las tres historias posibles de una francesa en Corea. Sea que se trate de una actriz que se encuentra filmando en ese país, de la amante de un señor coreano o de las solitarias vacaciones en lo de una amiga de ese origen, Hong Sang-soo vuelve una y otra vez sobre los mismos standards: las diferencias culturales y la dificultosa comunicación entre los integrantes de esas culturas diversas. Con diálogos muy sencillos, jugando con el uso de un tercer idioma que es ajeno a todos los protagonistas (el inglés, segunda lengua utilizada con más o menos dificultad por coreanos y francesa), esa jerigonza, cargada de signos y señales, de movimientos de manos y de mohines va creando una trama encantadora en la que todo parece estar relacionado de alguna manera. El juego con historias paralelas que no lo son, o pueden no serlo, nos sumerge en 89 minutos de puro placer.

4) Like someone in love, película japonesa de Abbas Kiarostami. Nuevo acercamiento a las distintas realidades que se esconden entre los silencios y las palabras. Las 24 horas en las que se encuentran y desencuentran un señor mayor, una prostituta y su novio están signadas por la confusión entre lo que aparenta ser y lo que se encuentra bajo la superficie. Aquí el asunto en cuestión no es el de la originalidad (y las pretendidas copias, como en Copia certificada), sino el de los límites de la percepción humana. En realidad, otra manera de acercarse a lo mismo. Una manera muy Kiarostami que respeta y es fiel a su esencia y, a su vez, se deja empapar por la idiosincrasia europea (Copia certificada) o la japonesa (Like someone in love). Decir que es una película inteligente es casi una redundancia cuando se habla del director iraní, nombre fundamental en la historia del cine; pero lo cierto es que esta película reclama una segunda visión para disfrutar en su totalidad del juego que propone, no exento de abundantes dosis de humor (por momentos los cruces de llamadas y los espacios parecen una relectura de las comedias de puertas giratorias).

5) Fogo, de Yulene Olaizola. Seguramente la película más radical que pude ver en el Festival de Cannnes de 2012. En la isla de Fogo las condiciones de vida son tan extremas que todos sus habitantes van emigrando; faltan pocos días para que pase el último ferry, y los que quedan tienen que decidir si se van definitivamente o continúan allí. En una hora y un minuto, la soledad, la despedida, el dolor de la separación se ponen en escena a través de una sucesión de planos que alternan visiones del paisaje con diálogos de los pocos isleños. En la línea de nuestro Alonso, Yulene Olaizola invita a que paseemos por la pantalla y nos integremos a este relato poco convencional, más interesado en la percepción que en la lineal narración.

6) Manhá de Santo António, de Joao Pedro Rodrigues (O fantasma). En su momento (Cannes 2012) formaba parte de un muy pertinente doble programa con Walker, de Tsai Ming-Liang, que pudo verse en el reciente Festival de Mar del Plata.  En el primer caso, se trata de un corto de 27’, realizado por Tsai para el Festival de Hong Kong. En él, su actor fetiche Lee Kang-Sheng camina por las calles de Hong Kong, pero lo hace a una velocidad cien o mil veces inferior a lo normal, como si fuera no una cámara lenta sino casi un cuadro por cuadro. A su alrededor la vida bulle, la ciudad es mostrada no sólo despojada (como es usual en este director) sino también en el ir y venir de la agitación cotidiana. En ese contexto, Lee Kang-Sheng, ataviado con una túnica al estilo budista (pero roja), camina lenta y parsimoniosamente, llevando en una mano una bolsita de plástico y en la otra lo que al final nos enteramos que es un sándwich. El efecto de descubrir una ciudad tan fascinante contrastando con la explosión de colorado de la vestimenta del protagonista hace que no podamos sino seguir su deambular, que se opone al vertiginoso ritmo de Hong Kong. En los planos generales no logramos dejar de buscar dónde está Wally (Lee Kang-Sheng), así como no podemos evitar advertir la locura del movimiento de la urbe. De una extraña e inesperada manera, este corto dialoga con el de Joao Pedro Rodrigues (aunque éste, presente en la sala se declaró admirador de Tsai Ming-Liang). También hay calles y construcciones desiertas que se van poblando, esta vez por una horda de lo que parecen ser zombies o revenants, que si bien no tan lentamente, se mueven igualmente a un ritmo menor al usual. Salen del subte, toman las calles, algunos vomitan, otros caen, quedan dormidos y vuelven a despertarse. Casi una coda de la película anterior, aunque a otro ritmo, para retratar lo que no es sino el día después de una fiesta popular. La mega-resaca colectiva, esa experiencia que se puede tener algún domingo a las 5 o 6 de la mañana volviendo al hogar cuando casi todos los que están en la calle están de vuelta de una noche de excesos.

7) La noche de enfrente, coproducción franco-chilena, película póstuma del gran Raúl Ruiz. La tentación de verla como una película-testamento es grande en razón del deceso del director chileno. Tres edades en la vida de un hombre narradas (es una manera de decir) con base en la relación con personajes históricos (Beethoven) o de fantasía (el pirata de la pata de palo), los límites de la realidad y lo onírico, entre el mundo de los vivos y de los muertos, están siempre en duda, difuminados y confundiéndose. Efectivamente hay muchos elementos para pensar que Ruiz tenía a la muerte muy presente al realizar esta película, que en sus mejores momentos posee el ánimo juguetón del surrealismo, con trozos del guión que parecen fruto de la escritura automática o de la asociación libre. En particular se disfrutan los juegos de palabras, aunque la película se hace un poco demasiado circular y reiterativa, no alcanzando la que podría pensarse como su última gran obra, Misterios de Lisboa, miniserie que también conoció su presentación como film y que fue exhibido en el 13° BAFICI.

8) No, dirigida por Pablo Larraín (Tony Manero). En ella se sigue a René Saavedra, brillante joven publicitario que realiza la campaña por el “no” en el plebiscito realizado por la dictadura de Pinochet en 1988. La película elige una estética que le permite jugar con las imágenes de archivo, con una textura VHS que todo lo impregna. Así y todo, la excelente dirección de arte no se come el film; no queda todo en eso. Ello es así ya que la lógica bélica de las campañas publicitarias de uno y otro bando conforman casi una película deportiva, sin por ello descuidar el costado ideológico-político del planteo. En ese sentido, la película se interroga a sí misma al poner en cuestión la propia ética de la publicidad y la necesidad de vender un producto determinado, así este se trate de la democracia, la libertad o los derechos humanos. Gael García Bernal está bien en el protagónico y, detalle para tener en cuenta, el primer encargado de la campaña por el “si” es Argentino.

9) Centro histórico está conformada por cuatro cortos dirigidos nada menos que por Aki Kaurismakï, Pedro Costa, Víctor Erice y Manoel de Oliveira. La idea de esa particular convivencia que en los centros de las ciudades antiguas se da entre su esencia y origen y la falta de personalidad y la falsedad que importa su transmutación en centro de negocios o turístico recorre de alguna manera los cuatro capítulos. En O tasqueiro Kaurismäki retrata con delicioso humor el trabajo de un solitario tabernero cuyo local queda en el lado menos luminoso del centro histórico, intentando competir con un restaurante más concurrido. Pequeña muestra de su lacónico estilo y de su particular humor, tal como sucede (a su manera, claro está) con O conquistador, conquistado, de Manoel de Oliveira, que se atreve a participar en este seleccionado con un chiste. Es que a eso se reduce prácticamente su corto, que juega con la idea de los turistas tomando una ciudad. Y el chiste es contado con ritmo y elegancia, con lo que, allá aquellos que califiquen de “obra menor” a la de cualquiera que se decida al humor. No es mi caso. Erice en Vidrios Partidos, en el corto más extenso, se dedica a documentar los testimonios de los trabajadores de una fábrica que supo ser una de las mayores textiles de Europa (testimonios vertidos por los propios trabajadores o por actores que expresan sus palabras) y conmueve con ese dispositivo. Pedro Costa (Lamento da vida jovem) vuelve con su personaje Ventura, que se pierde en el bosque y en un hospital mientras en las calles estalla la revolución. Con una extensa escena en un ascensor, en un limbo o descenso a los infiernos en el que escuchamos los parlamentos mientras los protagonistas se ven cual estatuas o sin mover los labios, está claro el juego con todo su cine así como la necesidad de conocerlo y abrazarlo para disfrutar de este corto-idea.

10) Blody Daughter, documental sobre Martha Argerich, dirigido por su hija Stéphanie, que resulta apasionante en gran medida por el magnetismo y carisma de la gran pianista, pero también por la calidad de los elementos de archivo encontrados y seleccionados y por la manera en la que se entra en la intimidad de una familia sin dudas no muy “normal” (perdón por la ambigüedad del término, pero utilizándolo en el sentido de la participación de las prácticas sociales más extendidas, sin duda los Argerichs, como los Addams, no parecen muy normales).

11) Post tenebras lux, de Carlos Reygadas, película en competencia en el Festival de Cannes 2012, muy abucheada por los asistentes a ese festival. Debo decir que no comparto esa percepción. Indudablemente, en el marco de propuestas más homogéneas (mayoría en Cannes), Reygadas se arriesga a una película que incomoda y propone innumerables lecturas. Es cierto que, como siempre en él, está presente lo religioso (esta vez, más que todo, por la aparición en escena del Maligno) y los paisajes, aún en el acotado tamaño de la pantalla “cuadrada” (ya no en el 1:2,35 de Japón), son también protagonistas. Lo que parece narrarse es el cambio de vida de una familia típica de ciudad que se va a vivir al campo; pero en realidad no hay sucesión, hay convivencia, quizás tiempos paralelos o vidas posibles. De los placeres y pecados burgueses al instinto más animal de la naturaleza, la película va y viene sin aclarar del todo vínculos temporales, relaciones causales o límites entre sueño y realidad. La tentación, lo prohibido, el pecado y el castigo no responden a una lógica causal sino que se inscriben en la descripción de una mirada atenta que primero parece ser la de un perro, luego la de un niño y hasta en algún momento la de la propia Maldad. Es fácil enojarse con alguna decisión que aislada puede creerse antojadiza (la figura del Diablo animada), pero esos detalles (así como la visión distorsionada, que pareciera permitir ver el aura de los personajes) son los que contribuyen al extrañamiento y la construcción de un clima enigmático del que resulta difícil despegarse.

12) Dreileben. Dijimos que violaríamos las reglas (para eso están). Dos últimas recomendaciones de películas que sí pudieron verse en cine en Argentina. En primer lugar la trilogía conformada por Beats Being Dead, de Christian Petzold,  Don't Follow Me Around, de Dominik Graf y One Minute of Darkness, de Christoph Hochhäusler. Como distintos autores se relacionan entre si al tiempo que entrelazan sus historias, una manera distinta de ver el mundo o los distintos mundos de los directores que dialogan. El espacio y el tiempo como factor de unión en la diversidad. Una experiencia para ver en el orden que sea (o el que se pueda).

13) Gebo et l'ombre, de Manoel de Oliveira. Ya se dio en Mar del Plata, pero como no recomendar esta genialidad de don Manoel. Decir que sigue siendo el más joven de los cineastas en actividad es casi un lugar común. Si se quiere asistir a una lección de creatividad y emoción al tiempo que se respeta un texto hasta la veneración, esta película es la oportunidad perfecta.

Nos vemos en el BAFICI.

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