Por Fernando E. Juan Lima
En este BAFICI parece que habrá muchas
revisiones, revisitas y focos que sirven de excusa para revisitar viejas (o no
tanto) y queridas películas. De las que pasaron por otros BAFICIS a Aristarain
o nuestro amado Hong, esas las damos por conocidas y por lo tanto no caeremos
en la redundancia de recomendarlas. Hacemos centro en aquellas películas que no
se han visto en cine en Argentina (con una pequeña licencia al final), sin un
orden de prelación que no tenga que ver con el capricho o el mandato de las
teclas de la computadora.
Aquí las recomendadas:
1) Mekong
Hotel o cómo reafirmar la certeza de que Apichatpong Weerasethakul puede
transportarnos a otro mundo con muy pocos elementos. En esta especie de
documental, making of o alto en la
filmación de una película para rodar otra, la magia sucede en un hotel sobre el
río Mekong en el que, como de costumbre, ficción y realidad, vida y muerte,
seres humanos y criaturas fantásticas o soñadas cruzan sus caminos. El lugar
vuelve a ser la frontera entre Tailandia y Laos, se menciona a la tía Jen, una
gran inundación, alguna circunstancia política, e intervienen con naturalidad
en el devenir de la trama una madre e hija que vendrían a ser algo así como
fantasmas que se alimentan de carne humana. Las locaciones, al centrarse en el
hotel dejan un poco fuera de campo a la naturaleza (sin embargo siempre
presente en el río que puede verse desde balcones y ventanas) y parecen remitir
más al mundo de Syndromes and a Century
que al de El hombre que podía recordar
sus vidas pasadas. El clima de ensueño, la habitual deriva adquiere un
clima específico y diverso al de todas sus producciones anteriores por la
omnipresencia de una música de guitarra que alterna ritmos españoles y de
blues, dando la sensación de una película-río.
2) Paradise:
love, de Ulrich Seidl. El director austríaco de Import Export encuentra algo del humor que no tenía esta película
para filmar esta primera parte de una trilogía sobre las mujeres de una familia
que se toman las vacaciones por separado (en el BAFICI se dan las tres, ésta es
la única que pude ver ya que es la que se proyectó en Cannes). El tema aquí es
el del turismo sexual (en las otras se trataría de un viaje a misionar y un campamento).
Mujeres entradas en años (y en carnes) viajan a Kenia para obtener los
servicios de los locales a cambio de dinero. Las escenas del resort con las turistas custodiadas
tomando sol y, del otro lado de una soguita, sobre la playa, decenas de jóvenes
mirándolas fijo, esperando venderles algo, resulta inquietante. La reiteración
(la película dura 120’)
y la apuesta al patetismo pueden con la incorrección política y el humor. Más
allá de algunos hallazgos visuales, la fría mirada de Seidl aparece como la
contracara del humanismo de Laurent Cantet al retratar una historia similar en Bienvenidas al paraíso.
3) In another country de Hong Sang-soo, con la enorme Isabelle Huppert. Dijimos
que era redundante la recomendacion respect de Hong, pero como este film va a ser proyectado por primera
vez en la Argentina,
vale la excepción. La película se abre con una música leve y el cartel de un
hotel, en él y en sus inmediaciones (un restaurant, una playa, una carpa, un
faro que nunca se ve) transcurren las tres historias posibles de una francesa
en Corea. Sea que se trate de una actriz que se encuentra filmando en ese país,
de la amante de un señor coreano o de las solitarias vacaciones en lo de una
amiga de ese origen, Hong Sang-soo vuelve una y otra vez sobre los mismos
standards: las diferencias culturales y la dificultosa comunicación entre los
integrantes de esas culturas diversas. Con diálogos muy sencillos, jugando con
el uso de un tercer idioma que es ajeno a todos los protagonistas (el inglés,
segunda lengua utilizada con más o menos dificultad por coreanos y francesa),
esa jerigonza, cargada de signos y señales, de movimientos de manos y de
mohines va creando una trama encantadora en la que todo parece estar
relacionado de alguna manera. El juego con historias paralelas que no lo son, o
pueden no serlo, nos sumerge en 89 minutos de puro placer.
4) Like
someone in love, película japonesa de Abbas Kiarostami. Nuevo acercamiento
a las distintas realidades que se esconden entre los silencios y las palabras.
Las 24 horas en las que se encuentran y desencuentran un señor mayor, una
prostituta y su novio están signadas por la confusión entre lo que aparenta ser
y lo que se encuentra bajo la superficie. Aquí el asunto en cuestión no es el
de la originalidad (y las pretendidas copias, como en Copia certificada), sino el de los límites de la percepción humana.
En realidad, otra manera de acercarse a lo mismo. Una manera muy Kiarostami que
respeta y es fiel a su esencia y, a su vez, se deja empapar por la
idiosincrasia europea (Copia certificada)
o la japonesa (Like someone in love).
Decir que es una película inteligente es casi una redundancia cuando se habla
del director iraní, nombre fundamental en la historia del cine; pero lo cierto
es que esta película reclama una segunda visión para disfrutar en su totalidad
del juego que propone, no exento de abundantes dosis de humor (por momentos los
cruces de llamadas y los espacios parecen una relectura de las comedias de
puertas giratorias).
5) Fogo,
de Yulene Olaizola. Seguramente la película más radical que pude ver en el
Festival de Cannnes de 2012. En la isla de Fogo las condiciones de vida son tan
extremas que todos sus habitantes van emigrando; faltan pocos días para que
pase el último ferry, y los que quedan tienen que decidir si se van
definitivamente o continúan allí. En una hora y un minuto, la soledad, la
despedida, el dolor de la separación se ponen en escena a través de una
sucesión de planos que alternan visiones del paisaje con diálogos de los pocos
isleños. En la línea de nuestro Alonso, Yulene Olaizola invita a que paseemos
por la pantalla y nos integremos a este relato poco convencional, más
interesado en la percepción que en la lineal narración.
6) Manhá
de Santo António, de Joao Pedro Rodrigues (O fantasma). En su momento (Cannes 2012) formaba parte de un muy
pertinente doble programa con Walker,
de Tsai Ming-Liang, que pudo verse en el reciente Festival de Mar del
Plata. En el primer caso, se trata de un
corto de 27’,
realizado por Tsai para el Festival de Hong Kong. En él, su actor fetiche Lee
Kang-Sheng camina por las calles de Hong Kong, pero lo hace a una velocidad
cien o mil veces inferior a lo normal, como si fuera no una cámara lenta sino
casi un cuadro por cuadro. A su alrededor la vida bulle, la ciudad es mostrada
no sólo despojada (como es usual en este director) sino también en el ir y
venir de la agitación cotidiana. En ese contexto, Lee Kang-Sheng, ataviado con
una túnica al estilo budista (pero roja), camina lenta y parsimoniosamente,
llevando en una mano una bolsita de plástico y en la otra lo que al final nos
enteramos que es un sándwich. El efecto de descubrir una ciudad tan fascinante
contrastando con la explosión de colorado de la vestimenta del protagonista
hace que no podamos sino seguir su deambular, que se opone al vertiginoso ritmo
de Hong Kong. En los planos generales no logramos dejar de buscar dónde está
Wally (Lee Kang-Sheng), así como no podemos evitar advertir la locura del
movimiento de la urbe. De una extraña e inesperada manera, este corto dialoga
con el de Joao Pedro Rodrigues (aunque éste, presente en la sala se declaró
admirador de Tsai Ming-Liang). También hay calles y construcciones desiertas
que se van poblando, esta vez por una horda de lo que parecen ser zombies o revenants, que si bien no tan
lentamente, se mueven igualmente a un ritmo menor al usual. Salen del subte,
toman las calles, algunos vomitan, otros caen, quedan dormidos y vuelven a
despertarse. Casi una coda de la película anterior, aunque a otro ritmo, para
retratar lo que no es sino el día después de una fiesta popular. La mega-resaca
colectiva, esa experiencia que se puede tener algún domingo a las 5 o 6 de la
mañana volviendo al hogar cuando casi todos los que están en la calle están de
vuelta de una noche de excesos.
7) La
noche de enfrente, coproducción franco-chilena, película póstuma del gran
Raúl Ruiz. La tentación de verla como una película-testamento es grande en
razón del deceso del director chileno. Tres edades en la vida de un hombre
narradas (es una manera de decir) con base en la relación con personajes
históricos (Beethoven) o de fantasía (el pirata de la pata de palo), los
límites de la realidad y lo onírico, entre el mundo de los vivos y de los
muertos, están siempre en duda, difuminados y confundiéndose. Efectivamente hay
muchos elementos para pensar que Ruiz tenía a la muerte muy presente al
realizar esta película, que en sus mejores momentos posee el ánimo juguetón del
surrealismo, con trozos del guión que parecen fruto de la escritura automática
o de la asociación libre. En particular se disfrutan los juegos de palabras,
aunque la película se hace un poco demasiado circular y reiterativa, no
alcanzando la que podría pensarse como su última gran obra, Misterios de Lisboa, miniserie que
también conoció su presentación como film y que fue exhibido en el 13° BAFICI.
8) No,
dirigida por Pablo Larraín (Tony Manero).
En ella se sigue a René Saavedra, brillante joven publicitario que realiza la
campaña por el “no” en el plebiscito realizado por la dictadura de Pinochet en
1988. La película elige una estética que le permite jugar con las imágenes de
archivo, con una textura VHS que todo lo impregna. Así y todo, la excelente
dirección de arte no se come el film; no queda todo en eso. Ello es así ya que
la lógica bélica de las campañas publicitarias de uno y otro bando conforman
casi una película deportiva, sin por ello descuidar el costado
ideológico-político del planteo. En ese sentido, la película se interroga a sí
misma al poner en cuestión la propia ética de la publicidad y la necesidad de
vender un producto determinado, así este se trate de la democracia, la libertad
o los derechos humanos. Gael García Bernal está bien en el protagónico y,
detalle para tener en cuenta, el primer encargado de la campaña por el “si” es
Argentino.
9) Centro
histórico está conformada por cuatro cortos dirigidos nada menos que por
Aki Kaurismakï, Pedro Costa, Víctor Erice y Manoel de Oliveira. La idea de esa
particular convivencia que en los centros de las ciudades antiguas se da entre
su esencia y origen y la falta de personalidad y la falsedad que importa su
transmutación en centro de negocios o turístico recorre de alguna manera los
cuatro capítulos. En O tasqueiro
Kaurismäki retrata con delicioso humor el trabajo de un solitario tabernero
cuyo local queda en el lado menos luminoso del centro histórico, intentando
competir con un restaurante más concurrido. Pequeña muestra de su lacónico
estilo y de su particular humor, tal como sucede (a su manera, claro está) con O conquistador, conquistado, de Manoel
de Oliveira, que se atreve a participar en este seleccionado con un chiste. Es
que a eso se reduce prácticamente su corto, que juega con la idea de los
turistas tomando una ciudad. Y el chiste es contado con ritmo y elegancia, con
lo que, allá aquellos que califiquen de “obra menor” a la de cualquiera que se
decida al humor. No es mi caso. Erice en Vidrios
Partidos, en el corto más extenso, se dedica a documentar los testimonios
de los trabajadores de una fábrica que supo ser una de las mayores textiles de
Europa (testimonios vertidos por los propios trabajadores o por actores que
expresan sus palabras) y conmueve con ese dispositivo. Pedro Costa (Lamento da vida jovem) vuelve con su
personaje Ventura, que se pierde en el bosque y en un hospital mientras en las
calles estalla la revolución. Con una extensa escena en un ascensor, en un
limbo o descenso a los infiernos en el que escuchamos los parlamentos mientras
los protagonistas se ven cual estatuas o sin mover los labios, está claro el
juego con todo su cine así como la necesidad de conocerlo y abrazarlo para disfrutar
de este corto-idea.
10) Blody
Daughter, documental sobre Martha Argerich, dirigido por su hija Stéphanie,
que resulta apasionante en gran medida por el magnetismo y carisma de la gran
pianista, pero también por la calidad de los elementos de archivo encontrados y
seleccionados y por la manera en la que se entra en la intimidad de una familia
sin dudas no muy “normal” (perdón por la ambigüedad del término, pero utilizándolo
en el sentido de la participación de las prácticas sociales más extendidas, sin
duda los Argerichs, como los Addams, no parecen muy normales).
11) Post
tenebras lux, de Carlos Reygadas, película en competencia en el Festival de
Cannes 2012, muy abucheada por los asistentes a ese festival. Debo decir que no
comparto esa percepción. Indudablemente, en el marco de propuestas más
homogéneas (mayoría en Cannes), Reygadas se arriesga a una película que
incomoda y propone innumerables lecturas. Es cierto que, como siempre en él,
está presente lo religioso (esta vez, más que todo, por la aparición en escena
del Maligno) y los paisajes, aún en el acotado tamaño de la pantalla “cuadrada”
(ya no en el 1:2,35 de Japón), son
también protagonistas. Lo que parece narrarse es el cambio de vida de una
familia típica de ciudad que se va a vivir al campo; pero en realidad no hay
sucesión, hay convivencia, quizás tiempos paralelos o vidas posibles. De los
placeres y pecados burgueses al instinto más animal de la naturaleza, la
película va y viene sin aclarar del todo vínculos temporales, relaciones
causales o límites entre sueño y realidad. La tentación, lo prohibido, el
pecado y el castigo no responden a una lógica causal sino que se inscriben en
la descripción de una mirada atenta que primero parece ser la de un perro,
luego la de un niño y hasta en algún momento la de la propia Maldad. Es fácil
enojarse con alguna decisión que aislada puede creerse antojadiza (la figura
del Diablo animada), pero esos detalles (así como la visión distorsionada, que
pareciera permitir ver el aura de los personajes) son los que contribuyen al
extrañamiento y la construcción de un clima enigmático del que resulta difícil
despegarse.
12) Dreileben.
Dijimos que violaríamos las reglas (para eso están). Dos últimas
recomendaciones de películas que sí pudieron verse en cine en Argentina. En
primer lugar la trilogía conformada por Beats
Being Dead, de Christian Petzold, Don't Follow Me Around, de Dominik Graf
y One Minute of Darkness, de Christoph
Hochhäusler. Como distintos autores se relacionan entre si al tiempo que
entrelazan sus historias, una manera distinta de ver el mundo o los distintos
mundos de los directores que dialogan. El espacio y el tiempo como factor de
unión en la diversidad. Una experiencia para ver en el orden que sea (o el que
se pueda).
13) Gebo et
l'ombre, de Manoel de Oliveira. Ya se dio en Mar del Plata, pero como no
recomendar esta genialidad de don Manoel. Decir que sigue siendo el más joven
de los cineastas en actividad es casi un lugar común. Si se quiere asistir a
una lección de creatividad y emoción al tiempo que se respeta un texto hasta la
veneración, esta película es la oportunidad perfecta.
Nos vemos en el BAFICI.
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