Dirección: Susanne Bier.
Guión: Anders Thomas Jensen.
Intérpretes: Mikael Persbrandt, Trine Dyrholm, Ulrich Thomsen y Markus Rygaard
Oda a la Corrección Política
Claus es un médico danés que transcurre buena parte de su vida atendiendo pacientes en un campo de refugiados en África. En su país lo esperan, entre viaje y viaje, su ¿ex? esposa Marianne y su atribulado hijo Christian, a quien la relación con sus congéneres no le resulta nada fácil. A ellos se sumará Elías, el nuevo compañero de colegio de Christian, que ha perdido recientemente a su madre y carga con una conflictiva relación paterno-filial. No será necesario
que transcurran más de diez minutos de “En un mundo mejor” para que tengamos la certeza de por qué se hizo acreedora al Oscar a la mejor película extranjera. Es que el film de la danesa Susanne Bier es de aquellos que suelen gustar a los miembros de la academia. Se trata de una película políticamente correcta que compendia “temas importantes” como el hambre y la violencia que asolan al África o la soledad, incomunicación y deshumanización que reinan en la sociedad europea contemporánea. Además, y para remarcar su trascendencia, los temas son abordados con el toque de solemnidad justo para que el espectador “bien pensante” y con cierta conciencia social (no demasiada), haga su catarsis semanal y salga del cine preocupado e indignado por la actual situación del mundo.
Esa contrariedad probablemente desaparezca rápidamente, tan pronto como se olviden los golpes de efecto que propone la directora. Es que detrás de cierto tono de trascendencia, y algún que otro preciosismo excesivamente calculado en los planos generales, lo que se esconde es la obviedad y el lugar común. Bier pretende construir, a partir de la figura de Claus y de sus relaciones con quienes lo rodean, una crítica pintura del mundo actual. Sin embargo, el grueso trazo utilizado no pinta ni a su aldea (la próspera Dinamarca) ni, mucho menos, al mundo. Esto se hace evidente en los viajes del doctor a África en los que se trata de abordar la realidad del tercer mundo recurriendo a un simplismo de manual, que se cruza con una maniquea y extrañada visión eurocéntrica que reduce todo a un universo de buenos muy buenos y malos muy malos. La selección de planos que ilustran estos pasajes pone en claro que para la directora sólo la belleza de la naturaleza, y el humanismo del buen galeno europeo, se salvan de la miseria económica y espiritual que reinan en ese ambiente.
Tampoco funciona mejor la película cuando intenta adentrarse en los dramas personales. Allí el conjunto de clisés que describen la relación de Elías y Christian con el mundo desemboca en una resolución que no sólo es inverosímil sino que tampoco se condice con el tono que pretende imprimírsele al relato.
En este pobre contexto sólo se salva del naufragio la siempre sólida Trine Dyrholm quien, remando contra las limitaciones señaladas, logra dar credibilidad a su personaje de Marianne.
Sergio Napoli
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