Dirección: George Nolfi.
Guión: George Nolfi.
Intérpretes: Matt Damon, Emily Blunt, Anthony Mackie, John Slattery, Terence Stamp, Michael Kelly.
Mapa del corazón humano
Los relatos de Philip K. Dick han germinado en el cine de Blade Runner y El vengador del futuro a Minority Report. Las películas se multiplican si consideramos influencias (Matrix) y clones (o parásitos) de su visión del universo (El origen). Ahora, un cuento suyo es el punto de partida para la construcción de una historia de amor. El hasta ahora guionista George Nolfi demuestra en su opera prima una fe y un compromiso con la historia que aborda que se transmiten a la narración al punto de dotar de verosimilitud a situaciones que –de otro modo- podrían expulsar a los espectadores. Hay un halo de misterio que recuerda a la seminal serie La dimensión desconocida (y a la reciente y subvalorada La caja); pero aquél no parece ser el cosmético objetivo de Nolfi, sino sólo el vehículo, el continente del fulminante amor que nace entre los personajes que interpretan el gran Matt Damon y una Emily Blunt en su faz más adorable. Del encuentro
casual a la constatación de que nada ni nadie podrá separarlos, en Los agentes… se nos ofrece una visión de lo que podría existir tras los bastidores de ese fenómeno tan infrecuente como inexplicable al que llamamos amor. Que esa visión incluya a los agentes del título (cuyo trabajo es controlar que el plan cósmico siga el rumbo planificado) y qué estos, con sus cabezas siempre cubiertas por sombreros, se muevan a través de brechas en el espacio que comunican distintos lugares de Nueva York (o sea, del mundo), son sólo detalles que incorporamos naturalmente a través de la acción, sin necesidad de explicaciones y discursos cuasi-religiosos (Matrix) o largos parlamentos más propios de un diccionario (El origen). Y esta confianza en lo que se está haciendo, esta elusión a la necesidad de explicar o pedir disculpas (dado el carácter supuestamente menor de la ciencia ficción), hacen que la película funcione en las diversas líneas que propone: las citadas romántica y de ficción científica, pero también en la bien dosificada acción, en la exploración del laberíntico entramado de las orbes de nuestro tiempo o en las múltiples maneras en que pueden enlazarse el destino, el azar, el karma y el libre albedrío.
casual a la constatación de que nada ni nadie podrá separarlos, en Los agentes… se nos ofrece una visión de lo que podría existir tras los bastidores de ese fenómeno tan infrecuente como inexplicable al que llamamos amor. Que esa visión incluya a los agentes del título (cuyo trabajo es controlar que el plan cósmico siga el rumbo planificado) y qué estos, con sus cabezas siempre cubiertas por sombreros, se muevan a través de brechas en el espacio que comunican distintos lugares de Nueva York (o sea, del mundo), son sólo detalles que incorporamos naturalmente a través de la acción, sin necesidad de explicaciones y discursos cuasi-religiosos (Matrix) o largos parlamentos más propios de un diccionario (El origen). Y esta confianza en lo que se está haciendo, esta elusión a la necesidad de explicar o pedir disculpas (dado el carácter supuestamente menor de la ciencia ficción), hacen que la película funcione en las diversas líneas que propone: las citadas romántica y de ficción científica, pero también en la bien dosificada acción, en la exploración del laberíntico entramado de las orbes de nuestro tiempo o en las múltiples maneras en que pueden enlazarse el destino, el azar, el karma y el libre albedrío.
Fernando Juan Lima
Publicado en la revista El Amante
Publicado en la revista El Amante
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